Mi madre, Victoria Montiel Rivera, es la más chica de nueve hermanos que por desgracia para mi ya no están físicamente, pero a los que puedo seguir sintiendo presentes de muchos modos, de diversas maneras; en mi transitar cotidiano por los lugares, casas y calles donde los veía pasar cuando niño o me los llegaba a encontrar frecuentemente por vivir cerca de donde ellos vivían. También los puedo mirar, apapachar y charlar con ellos nuevamente a través de las menciones que aun hace mi madre de cada uno de ellos, o al saludarme con sus hijos y nietos en algún encuentro casual. Por esta razón no los siento ajenos a mi entorno, para mi están aquí.Así es, su legado sigue siendo un manto de tejidos complejos que me asombra y maravilla, sin duda fueron muy elaborados en sus manufacturas, tanto como lo fueron en sus diversos oficios, en sus principios y en sus modos de trascender, con trabajos arduos y resultados encantadores, con una filigrana tan fina que hoy se manifiesta no solo en sus hijos, sino que por fortuna alcanza para hacerse notar en los nietos y en algunos casos, hasta en los bisnietos.
Mi madre siempre me ha dado una versión, su versión, de nuestra procedencia centenaria y de nuestros antecedentes milenarios, de nuestro ramificado árbol genealógico, el cual en mi cabeza siempre terminó siendo una enredadera in entendible por tanta rama, tanta hoja y tanto nombre. Recobecos mágicos , provincias encantadoras y añorables, mascotas, apellidos, rios, charcas, frutas, ranchos, haciendas, veredas, trenes y gente que no esta pero si estuvo...
Por esto recuerdo que siempre que este tema se desahogaba en alguna reunión o convite familiar donde estaban uno o varios de mis tíos o tías, las versiones se aglutinaban en un marasmo de menciones, nombres, lugares, años, anécdotas y discusiones que terminaban irremediablemente en el mejor de los casos, en el desvío del tema al cerro del Cuatlapanga, de tal manera que yo terminaba siendo la ochentava generación descendiente directo de Moctezuma I. Y luego me preguntaba, pues no que todo se inició en Tlaxcala?.
Y es que así eran las platicas de mis tíos, jolgorios fraternos, casuales o predispuestos, tertulias en una visita planeada o platicas y chistes en un encuentro casual en casa de alguno de ellos o incluso en la calle. Y ahí, sin empacho alguno, esa maravillosa costumbre de soltar la memoria al aire sin límites , hacer las mezclas pertinentes, un recuerdo de aquel, una anécdota de esta, una fecha de este y una locación de aquella otra, rematar con un refrán popular que arrancaba las carcajadas de los hermanos y sus familias correspondientes, platicas que siempre en algún momento contenían una enorme melancolía de todos ellos por su raíces, por sus recuerdos, por su infancia feliz, su crecimiento difícil, y su amor a la vida fácil. Platicas que su único objetivo era mantener la unión, el apoyo, la creencia de que todos eran como uno solo, como la familia.
Conforme pasaron los años ellos se fueron encargando de explicarme la ley de la vida de manera directa, uno a uno , una a una, en diferentes momentos de mi vida me hicieron saber como duele un adiós para siempre, a que sabe todo el amor que te dieron en vida, y lo poco que uno agradece de momento todo eso que te están dando, simplemente, por ser parte de su familia, porque eres hijo o hija de uno de sus hermanos o de sus primos...
Esto dio sus frutos años después, Mi tío Felipe ya no pudo aparecer en esas primeras fotos de la familia en las escaleras de la parroquia de Huamantla en esa primera gran reunión familiar a finales de los 70´s. Reunión para la que fue necesario la unión de un grupo de entusiastas personajes, primos , tíos y esposos de tías y primas, quienes contribuyeron decisivamente en la planeación y logística de este gran proyecto, ¨ La Montielada¨ . Primero de varios eventos de este tipo.
Muchos hemos concluido y sabemos que dentro de estos miembros emblemáticos que planearon este encuentro, estaba el Tío Felipe, ahí, en esas reuniones organizativas que algún día mencionaré mas ampliamente en este medio para intentar, relatar, mencionar o hacer referencia a acontecimientos que sucedieron y se generaron convirtiéndose en espléndidas anécdotas de ese proyecto de las cuales me he venido a enterar últimamente, 30 años después, y que fueron las semillas que ahora nos nutren de maravillosos recuerdos y sentimientos encontrados a muchos de generaciones pasadas, se puede decir que mi tío Felipe, participaba activamente en ese primer evento, desde luego que si, con muchos de los que para entonces, sobrinos, hermanos, parientes y mas, habían partido a algún sitio totalmente espiritual.
Venga pues unos aplausos al Tío y porque no a todos los que hemos conformado esta familia...