TÍO HERIBERTO
La fecha exacta la desconozco, el momento preciso va y viene en imágenes de color desgastado por el tiempo, solo se que su presencia en mi vida fue impactante, cálida y afable. Verlo llegar a alguna reunión era tener la presencia del Quijote sin sancho panza, y arribar a verlo a su casa, era encontrar esa imagen espigada y perpetua para mi, recargado en la bardita de la entrada, fumando un cigarro sin filtro en un rito de observación y parsimonia, bajo la sombra propia de un sombrero de pelo y lana de ala media, arropado con un suéter de punto o un chaleco tejido de lana, alzando la mano en una bienvenida siempre gustosa y entrañable. Desde luego yo me perdía con los primos al bajar del coche, pero antes siempre tenia tiempo para el abrazo, las preguntas establecidas de, cómo estas?, que tal la escuela?, como has crecido; y a la despedida ese secreto que se repitió una y mil veces, pero que cuando llego la primera vez, para mi era inentendible pero desde luego un maravilloso secreto, “ toma tu domingo” me dijo mientras depositaba unas monedas un mis manos, desconcertado pregunte que porque, y para que eran esos pesos?. Aderezando mi asombro me susurro paternal, “ para que te compres lo que quieras”., unas sonrisa de cómplices se postraron en nuestros rostros y desvanecí las monedas en la bolsa del pantalón, mientras intercambiamos un beso en las mejillas, me revolvió el cabello a modo de despedida, y me fui despidiéndome de él y mis primos agitando la mano desde la ventanilla del coche. Recuerdo que le pregunte a mi madre en esas primeras apariciones en que vi a mi tío Heriberto en su casa, que, si era mi abuelito también, seguramente porque eran tantas las vocecitas llamándolo así en ese tiempo que creí que podía ser un multi abuelo, y como yo no tenia, considere la posibilidad idílica de que fuera así también para mi. Y sí, así fue, me apodere de él sin permiso ni miramientos y en mi mente fue un tío abuelito. No conviví tantos años con mi tío, como lo hizo mi hermano, ni viví las aventuras que vivieron ellos juntos, pero a través de esas historias que mi madre y mi hermano contaban, me permití hacerlas mías también, y es así que logré conocer mas a mi tío atreves de los años después de su partida, Mi hermano amaba a mi tío tanto como un verdadero padre, motivo por el cual le puso Erick al menor de sus hijos.
Cuando uno es niño te das cuenta que las llamadas o los avisos son dolorosos porque cuando te piden que te cambies y te pongas la ropa que te dan, existe un dejo de vacío en las palabras, la mirada de quien te lo pide, mi madre en este caso, se había olvidado de tener un rostro, su boca estaba como sellada y solo señalaba lugares, cosas, intentando de una manera estrangulánte no permitirme ver que estaba hecha pedazos, su hermano mayor nuevamente se escabullía sin previo aviso como hizo tantas veces en que se llevaba a mi hermano de viaje , pero esta vez sin vuelta de regreso. La partida dolorosa y triste de mi tío Heriberto, cimbró la estructura de la hermandad , marcaba el declive en la línea de la vida de los hermanos Montiel Rivera, daba la pauta al deceso que se determina en la naturaleza por cronología, aunque a la postre no se daría de este modo. Sin embargo, este suceso sensible en todos los hermanos y demás familiares, provoco en uno de sus hermanos, mi tío Felipe mas cuestionamientos y respuestas aparte de la sentida perdida… Y determino cuestionar… ¿Por que siempre nos vemos y juntamos todos hasta que alguien muere? Allí llegamos todos a saludarnos , abrazarnos, apoyarnos y estar juntos para soportar una desgracia … Porque no hacerlo por la gracia de estar con vida, de conocernos, y saber como son las nuevas generaciones, quienes son los nuevos elementos de la familia, quienes somos los que aun tenemos vida?
Ese día partió mi tío Heriberto e inicio la fórmula para concretar “Las
montieladas”, pero eso es otra historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario