TÍA HERMAS
Fue en la ciudad de México a finales de los años 60´s que nos conocimos, su piel blanca tenia el toque del sol que apiñonaba su rostro y resaltaba en sus manos el manicure exquisito color perla, una tonalidad que, hacia juego con su cabello platinado y ensortijado levemente, que llegaba apenas debajo de la nuca. Sus lentes de armazón metálico y micas en verde tenue no escondían del todo sus hermosos ojos castaños. Su voz era la mas contúndete de entre todas mis tías; la de la Tía Hermas para mi fue la más firme y autoritaria, no se si el cigarro que fumaba de manera tan elegante y femenina, contribuía a ese tono de voz, pero para dar indicaciones a personas y vecinos en Tlapacoyán sonaba recia, concluyente, lo que contrastaba extremadamente con la cadencia y ternura con la que nos hablaba a mi madre , a mi hermana y a mi, cada vez que la vistamos, que por la distancia no fue tan seguido como nosotros y mi madre lo deseaba, razón por la que mi madre siempre se sentía entristecida y preocupada.
A mi tía Hermas la encuentro en mi memoria siempre entre flores y plantas gigantes, activa, hablando y platicando mientras movía cubetas, plantaba un arbolito, le daba de comer a las calandrias, ponía el café en la hornilla, arreglaba la mesa. Hiba y venía en un ambiente húmedo y en ocasiones sofocante, pero siempre de buenas, con ese acento mas costeño o serrano pero distinto al de las hermanas, explicándome las variedades del chiltepín y porque le decía a mi madre de ese modo cuando era niña, mostrándome la diversidad y hermosura de las huertas de aguacates y la delicadeza del huele de noche y de la gardenia, hoy mis flores preferidas.
A mi tía Hermas le debo además de primos y primas guapísimas y entrañables, saber que el café caliente te baja el calor. Una tarde de visita en su casa, el calor de la tarde me mataba, rogaba como un capitalino estándar, un refresco frio para sentir alivio, pero ella mi ofreció un café caliente como el que se estaba tomando mi tío Vicente, quien sentado en la silla del rincón, se secaba el sudor con su pañuelo; pensé que no me entendía, lo que yo quería era refrescarme no sentirme en un sauna y morir derretido. Creo que se percató de mi confusión y me explico la formula de, a mayor calor en el cuerpo, mayor frescura en el ambiente, así que tome el jarrito con café y resulto, ¡fascinantemente resulto! Después de ese evento que aun hoy aplico, el que me viene a la mente de manera inmediata fue una tarde nublada pero caliente, las nubes se confabulaban en enormes algodones grises que chocaban unos con otros literalmente sacando rayos y centellas, el anuncio de la tormenta era mas estruendosa que el señor con altavoz anunciando los helado y las paletas al medio día. Yo estaba chamagosos , sudado, muriendo de calor, mi tía Hermas me miro y me dijo con una cotidianidad como si fuera oriundo de ahí; porque no aprovechas para bañarme en el patio; tenia tanto calor que me pareció buena idea, salí al patio y voltee en todas direcciones y no vi ninguna regadera, pregunte, en donde tía?, ahí mismo , me indico, agitando la mano y señalando una esquina donde los techos se juntaban, voltee para arriba y seguía sin ver una regadera, empezaron a caer una gotas y pensé que me estaba vacilando, pregunte, aquí Tía? Señalando la esquina insistentemente y con un dejo de incredulidad, ella sonrió y me dijo , ahí mismito mijo, quítate la ropa rápido que ahí vine la lluvia, deja que caiga un poco de agua para que se lleve las hojas y caigan la yerbas y luego te metes al chorro de agua. Y así fue, en cuanto la lluvia se manifestó, un raudal de agua caía en ese vértice tibio, fresco, fue la primera vez que me moje y bañe con la lluvia y mi madre no me regaño, el baño se sentía vital y el olor a tierra húmeda combinado con las plantas y flores que ambientaban el momento, me regalaron un baño naturalmente memorable.
Recuerdo a mi tía Hermas en reuniones tanto en la capital como en otras celebraciones de la familia de provincia, siempre dulce, sujetándome la cara con las dos manos como si aun fuera un chiquillo y besándome la frente tanto para saludarme como para despedirme y arroparme con sus bendición. No recuerdo la ultima vez que la vi ni me quiero acordar, prefiero divagar entre las imágenes que tengo de ella enseñándome que las flores se ponen mas lindas si le hablas bonito, que las aves cantan mas clarito y mas fuerte si les platicas, que los hijos son especiales todos, y a todos se les ama igual, pero a veces hay uno que es ESPECIAL y se le atiende diferente; que la perdida de los hijos mellan el alma de las madres de manera que la risa sigue existiendo y se comparte, pero el llanto es mas inmediato si pronuncias el nombre de los ausentes; que la memoria se va yendo junto con el arribo de las arrugas pero el amor y el parecido a tus hermanas sobre todo a mi madre físicamente, no se va nunca.
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