Familia Montiel. Reflexiones, anécdotas, histórias, personajes y más...

Provengo de una familia muy numerosa, grande, y al decir grande quiero decir que cuenta con muchos personajes de diferentes características, los hay gordos y esqueléticos, chaparros, altos o espigados, también hay guapos y artos feos, pero eso si de buenos sentimientos; tenemos gran variedad de hermosas y bellas, muchos somos consanguíneos, y otros tantos con la sangre liviana, razón por la que poco importa en que generación nos unimos, nos queremos igual. Los hay de ambos sexos, con muchos hijos e hijas, o con ninguno, existen los que son primos y primas de otros, y los que por azares del destino se han convertido en tíos y tías de distintas generaciones, sin que para esto exista de ningún modo un rigor cronológico invariable, simplemente son, circunstancias del arribo a esta familia. Hay por supuesto abuelos y abuelitas, unos con mas carácter y gruñones que otros, los hay también con alas que solo vigilan desde el cielo, y otros tantos amielados en el trato y los consejos, los hay viejitos y jóvenes, cascados y cascarudos, que pasaron antes por el rigor de ser padres y madres, y que en su momento fueron nietos también, mensajeros de nuestros antecesores en esta familia en la que recorrer los grados, los adjetivos o las distinciones familiares mencionados arriba, es toda una historia muy particular e intrínseca.

Tengo muchas historias y narraciones en mi mente, tantas como abrazos, caricias y besos que mis tíos y tías me brindaron en la vida, debo decir que ellos fueron muchas veces mi madre y otras tantas mi padre, puedo vanagloriarme como muchos de mis primos de haber tenido muchas mamás y muchos papás, motivo por el cual, estoy lleno de antecedentes que describen el origen de mi familia materna, la única que he tenido y a la que reconosco, motivo por el que elavoro este espacio. Las anécdotas son tantas y tan diversas que me abocaré únicamente a decir lo que recuerdo o lo que más me gusta recordar de mi estancia en esta comunidad apellidada Montiel. No me interesa dar fechas bibliográficas, aunque no me opongo a que los que lean esto lo hagan, de hecho lo agradecería de manera entusiasta, ya que aunque yo las tuviera en la mente no las referiría, me apremia más decir un tanto o un mucho, lo que recuerdo de cada uno de mis tíos y a través de ellos, lo que recuerdo de mis primos, sobrinos y demás familiares que se han cruzado una o más veces por mi vida… Y de este modo agradecer un poco, tanta memoria bibligráfica colmada de aromas, colores, sonidos, sensaciones, aprendizajes y sentimientos. Que se me han brindado por medio de tantos y tantos familiares con los que cuento.

martes, 29 de diciembre de 2020

 TIO PONCHO


Los gallos empezaban a cantar anunciando el adiós de la luna y la asunción de la aurora matutina, un joven espigado termina de atar las agujetas gastadas de un par de zapatones que calza con solo media vida en la suelas, toma su chamarra de gabardina con forro de lana y su sombrero de fieltro,  sale sigiloso de su cuarto, atraviesa el patio hasta el enorme portón de madera desde donde lanza una mirada a la casa, se persigna y sale a la calle solitaria, donde la neblina espesa lo espera para ocultar su silueta discreta que toma rumbo cuesta arriba y se va perdiendo como un fantasma que decide desaparecer ahora para reinventarse luego.

Ildefonso decidió que los inicios de la década de los 40´s era un momento ideal para conquistar el mundo, salirse de un Teziutlán pequeño y adueñarse de grandes ciudades y sus porvenires, demostrar y demostrarse de que estaba hecho él para esta vida, poca cosa para un joven soñador y con toda la energía como la que él tenía en aquel tiempo.

Meses pasaron sin noticias de “Poncho”, generando confusión y enfado entre los hermanos mayores y las hermanas. Mi abuela, (su madre) viuda ya para entonces, escondía la angustia y el pesar entre los hijos e hijas, aligerando la incertidumbre entre las ocurrencias de nietos y nietas que transitaban por la casa todo el día, todos los días, todos los meses, sin que eso le evitara dejar de pensar ni un segundo en ese muchacho atarantado que se había ido en busca de fortuna a quien sabe donde.

Un día a media tarde sonó la campana en el patio, señal de que alguien llamaba a la puerta, uno de los tantos niños corrió a atender la llamada, ¿quien? Pregunto la infantil vos sin abrir el cancel, esta tu abuelita se oyó preguntar del otro lado una vos masculina, el niño  se asomo por un hoyito en el portón para ver quien era y corrió a la cocina anunciando: abuela, abuela, le llaman, un pordiosero mugroso pregunta por usted, Mi abuela salió con limpión en mano y fue a ver de que se trataba, mi madre que estaba en otra parte de la casa le dio alcance ya que por ser la menor estaba haciendo la faena junto con ella y cuidando sobrinos de los hermanos mayores.  Diga usted, que se le ofrece, dijo la abuela mientras abría la puerta. Buenas tardes tenga madre, pos acá nomás…Pos ya estoy de regreso, dijo ocultando el rostro el joven Ildefonso que acababa de llegar. El hijo prodigo había vuelto, hecho un guiñapo, cruzo el umbral de la puerta del enorme portón de madera, la ropa hecha girones, sucio, apestoso, con piquetes de chinches y en piojado. Pos donde estuviste canijo? Preguntaron en intervalos las dos mujeres, entre contentas y enfadadas si saber si abrazarlo o agarrarlo a palos. Pos me embarqué en un barco, ( menos mal imagínense si se embarca en una avión), me fui del otro lado, ( ¿cual lado? Sepa) pero “todo” se complico y me regresaron ( ¿todo? No pos si estuvo rudo). Regreso el conquistador de mundos, con hartas conquistas, cuarenta y siete picaduras de chinches, 224 piojos y liendres, cuatro medidas menos en la ropa, y 14 frases en ingles, eso si sin contar el jelouu y el yez.

 

Mi tío Poncho hurgó en muchos oficios como sus hermanos y a la tutela de estos también, acumulando gran variedad de conocimientos y habilidades, convirtiéndolo en un personaje polifacético que lo posiciono en ese sitio poco comprendido en aquel tiempo y aun ahora, un ser autentico y buscador de su verdadera vocación.

 Una tarde a fines de octubre estaba yo en el jardín de la conchita jugando y a lo lejos vi una imagen conocida, vestía chamarra de cuero negra a la cintura corte sesentero, camisa color crema de algodón, pantalón de casimir tipo caporal, botín charro y sombrero de pasta tipo Sahuayo, traía una maletita en una mano y en la otra una caja de cartón sujetada por un mecate, corrí a darle el encuentro, yo no tenia mas de 9 años, ¡Tío Pocho! Déjeme le ayudo. Ándale pues llévate la caja que son unos panes que les hice, ( también panadero). Llegamos a la casa, mi madre lo abrazo sorprendida y gustosa por la visita de imprevisto, en ese tiempo no teníamos teléfono y tampoco es que se pudiera avisar tanto lo de la vistas. Orgulloso abrió la caja de cartón para presumirnos el regalo, en efecto la caja venia colmada de panes para día de muertos , pero no de los espolvoreados con azúcar como los de la capital, sino de los de yema de huevo, que son amarillos por dentro y barnizados por fuera con la clara y esparcidos con ajonjolí en un lustroso color café dorado.  Se veían deliciosos, mi madre preparo un chocolate nos sentamos a la mesa y se libero el permiso para tomar los panes…Aouhg, están duros, bueno realmente están durísimos, pensé, mi madre pregunto al tío, ¿pos de cuando son? Los hice ayer contesto, ufano y sonriente, como si nada pasara. ¿No les habrás puesto cal en vez de harina verdad? Dijo mi madre entre cerrando la mirada, como si fuera broma, pero en serio;  como crees contesto don Poncho sonriendo, ya se, dijo perspicaz, tal vez se me paso un poquito de royal, pero están buenos de sabor, ira, pruébalos, concluyo el tío. Y si, la verdad de sabor estaba muy sabrosos, una vez que los dejabas remojando en el chocolate varios minutos, se podían degustar y saborearlos, además pudimos dejarlos en cualquier parte sin miedo a decir hay que guardarlos bien para que no se pongan duros.

 En su dedo pulgar derecho tenia una cicatriz que me recordaba lo que hacen las navajas si no la usas bien, el me regalo mi primera navaja de dos hojas y destapa corchos, era una chulada para un niño de 10 años, una navaja sin filo, oxidada, la cual era un logro sacar cualquiera de las dos hojas, y el espiral para saca corchos se movía solo, pero eso si, las cachas eran de hueso, bien bonitas.

 

A finales de los años 70´s mi tío padeció lo que yo llamo el divorcio de la simetría del cuerpo, una mitad del cuerpo dice una cosa y la otra mitad muestra su desprecio a esa iniciativa y simplemente hace berrinche y se queda ahí estática, a razón de este evento entre otras cosas, fue el creador de los primeros pasos de thriller y de usar solo un guante en la mano izquierda que le quedo inmóvil, esto mucho  antes que Michel Jackson usara el famoso guante plateado con diamantes.

MI tío llego a la casa con nosotros en Vallarta 50, en una etapa en donde yo padecía los estragos de la adolescencia, estaba terminando la secundaria, mi hermana finalizaba la primaria y mi madre trabajaba casi todo el día, lo que implicaba hacer turnos para ayudar a mi tío en sus requerimientos cotidianos, comer, cambiarse y las acciones que tenían que ver con el baño, y como yo era el del genero masculino, pos ora si que ni modo compadre, la mano amiga para las idas al baño y la vestimenta me tocaban a mi casi siempre, para mi era difícil, era una etapa de vida donde lo único que uno quiere como chavo , bueno yo, era vagar , salir a ver a mi novia, y divertirme. Sin embargo, debo decir a la distancia que mi tío fue un excelente “enfermo”, nada exigente, comprensivo y simpático, tenia ese… Don, característica, cualidad, talento o poder de esa hermandad, que una vez que empezaba a contarte una historia no había poder humano de pararlo, empezaba por doña Agripina la de la casa de ventanales grande en la Juárez de allá de Teziutlán pasando por los hermanos Ávila Camacho, el caballo de don Evaristo… Y así miles de historias , nombres, fechas, características físicas, todo te lo contaba, como si fuera ayer que lo vivió, pero el ayer se le olvidaba como si fuera el futuro. Para los años ochentas mi Tía Queta hiso el relevo llevándose a mi tío Poncho a su casa. Le dieron un cuartito independiente a donde yo pasaba a visitarlo de vez en vez, y en ocasiones que mis tíos no estaban porque salían a Jonacatepec Morelos, me pedían de favor que le pasara a echar un vistazo. La vida es sabia y cruel a veces. Un miércoles traía a Jorgito conmigo, fuimos al medio día a ver a la que era mi novia a la UNAM para llevarla a su casa y me recibió con la clásica de: “no eres tú soy yo” y que me mandan por las cocas. Como traía al sobrino cancelé el llanto y el drama para mejor momento,  obvio venia enchilado, no tenia ganas de nada ni de nadie y nos regresamos a Coyoacán; en el trayecto de regreso recordé que mas tarde tenia que ir a ver al tío Pocho, así que porque no pasar de una vez, total ya no tenia que andar de caracol y me ahorraba la vuelta mas tarde, así que con desgano corregimos el rumbo. Llegamos a Londres ( la calle). Abrí el portón de frente cruzando el garaje estaba el cuarto del tío con un gran ventanal, que permitía verlo desde la entrada ahí quietecito como una estatua de cera,  siempre igualito, sentado escuchando el radio, o escuchando el radio sentado, la silla estaba junto a su cama de un lado y del otro un buró. Entramos y se me hiso raro no verlo en su posición oficial, supuse que estaba en el baño, toque la puerta del baño y nada, nos volteemos a ver Jorge y yo confundidos, en eso oí como un quejidito, vimos el cuarto a través de la ventana  la cama estaba intacta, la silla sin nadie, en eso corregí  el ángulo de la mirada haciéndome sombra con mis manos sobre la ventana y lo descubro tendido en el piso, con un gesto de terror y confusión en le rostro, entramos y lo incorporamos de inmediato, le pregunte como estaba, como se sentía, y con una pena mayor, una vergüenza en su rostro de las que enmascaran a un niño cuando algo vergonzoso les ha sucedido, me dijo. Me resbalé, perdón, ya no me pude parar, perdón por la molestia Manuelito, ¿Perdón? ¿Perdón de que? Pobre, llevaba ahí en el suelo frio quien sabe cuanto tiempo. Nos quedamos un buen rato con él hasta que el animo se modifico, y el susto de los tres se convirtió en regresar el alma al cuerpo, ayudo otra narración memorable y entrañable de mi tío Pocho con mi Tío Ernesto en su san Antonio Cuaxomulco querido que diluyo un poco el evento endulzado con las galletas y refresco para el susto.

Mi tío Poncho se quedo en un tiempo terrenal, en una etapa de vida de la que ya nunca se desprendió. En una de esas vistas, me dijo; mijo te puedo pedir un favor, pero no quiero molestarte, solo si puedes; me imagine por el tono de altísimo secreto una petición titánica e imposible de cumplir; le conteste que no era molestia, que me dijera que necesitaba. Saco de su pantalón una cajetilla de cerillos CLASICOS La central, desgastada, la abrió con trabajos, lentamente, y como si fuera una cartera sevillana, tenia un billete doblado de 20 pesos , una estampita de la virgen del Carmen, dos palillos de madera y monedas, de las que tomo dos pesos ( de los 80´s) y dándomelos dijo .  Me harías el favor de comprarme un paquete de galletas marías, un carrete de hilo blanco o gris de los pequeños, un aguja y un botón blanco como este ,señalándome el de su camisa, porque se me callo uno y se lo quiero pegar, ah! y con el cambio te compras lo que quieras. ¡Su rostro mostraba que el trato era justo, y de verdad que lo era! Desde su punto de vista, yo salía ganando, y de hecho así fue. Le dije: no se preocupe tío guarde su dinero, yo le traigo su encargo sin problema. No mijo por favor llévate el dinero insistía… Y se desato la necedad de los Montiel por unos segundos, él que si, yo que no, hasta que me dijo, bueno, toma 50 centavos para un refresco para la calor; eso si dije, gracias Tío, al rato le traigo todo; tomé la moneda y salí con el corazón contrariado, entre risueño, melancólico, y abrazado de ternura y con el regalo inolvidable de entender que la vida, tu vida, es la que vives, no la que viven o determinan los demás.

Un día me entere que un señor espigado y  ágil, termino de ajustar las hebillas de sus nuevos zapatos, de suelas casi intactas, tomo su chamarra de lana, un  guante de la mano izquierda, su sombrero de fieltro, y al ultimo canto del gallo anunciando la retirada del sol, salió de su cuarto, cruzo el garaje, abrió el portón de metal,  salió a la calle colmada de farolas y autos estacionados y tomo rumbo  cuesta arriba, a conquistar galaxias, estrellas, pasados gloriosos porque a esa edad vital conquistar el universo ya es cualquier cosa.

 

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